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Bueno, voy a subir una historia que me traigo entre manos. No os hagáis ilusiones, tal vez no os guste, jeje. Pero bueno, no pierdo nada subiéndola. Lo que os pido es que seáis sinceros y me deis vuestra opinión.
Gracias!
A continuación os pongo la mitad del primer capítulo:
España, 1865
¿Cuáles pueden ser las últimas palabras de una persona? Te quiero, Adiós, Perdóname, Siempre estaré contigo, Hasta Nunca, Recuérdame, Lo siento…
Pero… ¿Qué era aquello? ¿Qué significaba lo que le había dicho su madre en el lecho de muerte?
“Ten cuidado con los oscuros.” Y, cerrando los ojos, finalmente: “Perdóname, Isabel.”
¿Qué quería decir? Oscuros… ¿Se refería a algo del estilo de los góticos o similares? ¿Qué significaba? Y… ¿qué demonios le tenía que perdonar? ¿Qué le había hecho ella? Se refería… a eso de que… ¿había muerto? ¿La había abandonado?
Desde aquel momento crucial de su vida, habían transcurrido seis años; mientras, Isabel se iba abriendo paso en el mundo, lentamente.
Había sido mandada a un Orfanato, ya que nadie sabía de su padre –su madre nunca le había hablado de él, no sabía su nombre y tampoco si lo había conocido alguna vez-, su madre había sido asesinada y no tenía ningún familiar –del que al menos supieran algo.
El Orfanato Santa Magdalena se encargaría de ella hasta cumplir los dieciocho, y allí ella tendría que apañárselas, con un dinero que había heredado de su madre, para trabajar en algún sitio y, con un poco de suerte, ir a una universidad.
Allí estaba ella, sentada con sus dos mejores amigas en un banco al aire libre, dentro de los grandes recintos del Orfanato, junto al bosque.
Elena, con un pelo moreno y liso que contrastaban con unos ojos azul intenso, leía despreocupadamente una carta que le habían enviado los que pronto serían sus padres adoptivos. Ella llevaba allí unos años más que las demás, sus padres habían muerto y su familia no optaba por quedarse con ella.
María, pelirroja de rizos fuertes y ojos verdes, se limitaba a mirar, ausente, al frente. Hablaba bastante, casi siempre decía lo que pensaba, pero nunca hablaba de más, y a la vez era chistosa, aunque quien tenía que sonreír de verdad era ella… con aquellos ojos tristes de los que ni Isabel ni Elena habían observado la alegría desde que la conocieron, tres años atrás, cuando fue mandada allí tras la pérdida de sus padres en un trágico incendio.
Isabel, de ojos verdes intensos con un pelo castaño y ondulado, leía un viejo libro del orfanato, del cual ignoraba el autor.
Dejó de leer. Cerró de golpe el libro y lo dejó a su lado.
-Elena, yo… Te van a recoger mañana, no es justo que estemos aquí, aburridas, mientras tanto. ¿Qué te parece si montamos una pequeña fiesta?
-¿Estás de guasa? ¿Aquí, en la Santa Magdalena? ¡Ja! –Se burló María, mirando a Isabel con las cejas enarcadas.
-Anda, solo esta vez. Pillamos unas bebidas y algo de comida y… -Rogó ésta, titubeante.
María seguía tajante.
-No. Yo paso de meterme en líos. Necesito salir de aquí limpia para poder acceder fácilmente a la universidad.
-¡Por un aperitivo no te van a quitar la beca! –Gimió Isabel, con una chispa de esperanza en la mirada.
-¡Son monjas, Isabel! ¡Aquí por cualquier tontería te pueden tomar por pecadora de prioridad! –Le exclamó María.
La muchacha se quedó sin qué contradecirle. Llevaba la razón. Se le ocurrió otra cosa.
Se dirigió a Elena.
-Elige tú. Aburrimiento o diversión.
La aludida dudó unos instantes y después contestó:
-Quiero… ir a un sitio.
Las otras se extrañaron.
-¿Adónde? ¿No estarás hablando de salir del recinto, verdad? –María se asustó.
No podía ser, no era propio de ella incumplir alguna norma. No obstante, agachó la cabeza.
-¿¿Quieres salir??
-Quiero ir a un sitio, me gustaría visitarlo antes de marchar.
-¿Qué sitio? –Le interrogó Isabel, aún perpleja.
-¿Fuera de aquí? –Insistió la otra.
-No, tranquilas. Es aquí dentro, pero… -Se mordió el labio inferior, no sabía con qué palabras expresarse- Requiere riesgo.
-Dinos adónde quieres ir, primero. –Le indicó Isabel.
-A la Iglesia.
Sus amigas estaban contrariadas.
¿A la Iglesia? ¿A aquella que iban todos los santos días, obligadas?
-¿Qué? ¿A la Iglesia? ¿Qué… para qué? –María no ocultaba su perplejidad.
-Hay algo allí… Mi madre… esto… -Empezó a temblar de nerviosismo.
-Tranquila. ¿Tu madre, qué? –Le interrogó Isabel, miró alrededor y le preguntó:- ¿Quieres que hablemos en otro lugar?
Elena asintió, tragando saliva.
Las tres se levantaron del banco, Isabel cogió su libro y Elena metió su carta en el bolsillo de su chaqueta tras doblarla, y se encaminaron hacia el edificio del orfanato.
Mariposas de colores alegres revoloteaban por el jardín, mientras chicas y chicos corrían de un lado a otro, jugando a la pelota, saltando a la comba, cantando.
Allá, al frente de las tres jóvenes, se alzaba el edificio del orfanato, una gigante mansión de cuatro plantas y de color gris oscuro, con un título frontal que rezaba el nombre de la institución.
Por alrededor del edificio, en los jardines, había estatuillas de Jesús de pequeño en manos de su madre, María. Al igual que figuras de María Magdalena llorando en la tumba de Cristo.
Ya estaban en el dormitorio, allí nadie les podría oír –a excepción de que estuviesen con la oreja pegada a la puerta (cosa imposible en un orfanato de la Iglesia).
-Empieza. No tengas miedo. –Le pidió Isabel.
Elena titubeó unos instantes y después les explicó:
-Mi madre dejó algo oculto allí, en la iglesia. Algo que quería que supiera… Antes de irme de aquí.
-¿Cómo lo sabes? –Le preguntó María.
-Me lo dijo antes de morir.
-Pero eras muy pequeña… Hace ya nueve años, ¿no? Tenías… siete. Solamente siete. ¿Aún te acuerdas? Es decir, ¿estás segura? –Se apresuró a decir Isabel.
-Algo así nunca se olvida.
-Te comprendo. –Le aseguró Isabel, acordándose de las últimas palabras de su madre.
-Bueno, explícanos. ¿Qué te dijo exactamente? –Le interrogó María, ansiosa.
-Yo… Me dijo varias cosas, pero lo único que entendí fue lo de la iglesia. Dijo que no le contara a nadie de quién era hija y lo que me había dicho ella, que no hablara con ningún desconocido sobre esto. –Estaba temblorosa.
Isabel se llevó una decepción y le indicó:
-Sabes que puedes confiar en nosotras. Ya nos conoces, lo sabes todo. No te ocultamos nada…
-Es que… bueno… tal vez me toméis por loca, ¿no?
-Dínoslo. De loca nada. Venga. –Exclamó María.
-Lo que me dijo… fue: “Busca a la hija de la luz, estarás más segura con ella; juntas podéis ser muy fuertes. Ahora no te puedo decir lo que tienes que saber, pero lo descubrirás con la marcha… busca lo que te he dejado oculto en la iglesia de nuestro orfanato… Proteged a la hija de la luna, o se la llevarán. Ten cuidado con los oscuros… Lo siento, Elena.”
Isabel se quedó de piedra.
Gracias!
A continuación os pongo la mitad del primer capítulo:
1
España, 1865
¿Cuáles pueden ser las últimas palabras de una persona? Te quiero, Adiós, Perdóname, Siempre estaré contigo, Hasta Nunca, Recuérdame, Lo siento…
Pero… ¿Qué era aquello? ¿Qué significaba lo que le había dicho su madre en el lecho de muerte?
“Ten cuidado con los oscuros.” Y, cerrando los ojos, finalmente: “Perdóname, Isabel.”
¿Qué quería decir? Oscuros… ¿Se refería a algo del estilo de los góticos o similares? ¿Qué significaba? Y… ¿qué demonios le tenía que perdonar? ¿Qué le había hecho ella? Se refería… a eso de que… ¿había muerto? ¿La había abandonado?
Desde aquel momento crucial de su vida, habían transcurrido seis años; mientras, Isabel se iba abriendo paso en el mundo, lentamente.
Había sido mandada a un Orfanato, ya que nadie sabía de su padre –su madre nunca le había hablado de él, no sabía su nombre y tampoco si lo había conocido alguna vez-, su madre había sido asesinada y no tenía ningún familiar –del que al menos supieran algo.
El Orfanato Santa Magdalena se encargaría de ella hasta cumplir los dieciocho, y allí ella tendría que apañárselas, con un dinero que había heredado de su madre, para trabajar en algún sitio y, con un poco de suerte, ir a una universidad.
Allí estaba ella, sentada con sus dos mejores amigas en un banco al aire libre, dentro de los grandes recintos del Orfanato, junto al bosque.
Elena, con un pelo moreno y liso que contrastaban con unos ojos azul intenso, leía despreocupadamente una carta que le habían enviado los que pronto serían sus padres adoptivos. Ella llevaba allí unos años más que las demás, sus padres habían muerto y su familia no optaba por quedarse con ella.
María, pelirroja de rizos fuertes y ojos verdes, se limitaba a mirar, ausente, al frente. Hablaba bastante, casi siempre decía lo que pensaba, pero nunca hablaba de más, y a la vez era chistosa, aunque quien tenía que sonreír de verdad era ella… con aquellos ojos tristes de los que ni Isabel ni Elena habían observado la alegría desde que la conocieron, tres años atrás, cuando fue mandada allí tras la pérdida de sus padres en un trágico incendio.
Isabel, de ojos verdes intensos con un pelo castaño y ondulado, leía un viejo libro del orfanato, del cual ignoraba el autor.
Dejó de leer. Cerró de golpe el libro y lo dejó a su lado.
-Elena, yo… Te van a recoger mañana, no es justo que estemos aquí, aburridas, mientras tanto. ¿Qué te parece si montamos una pequeña fiesta?
-¿Estás de guasa? ¿Aquí, en la Santa Magdalena? ¡Ja! –Se burló María, mirando a Isabel con las cejas enarcadas.
-Anda, solo esta vez. Pillamos unas bebidas y algo de comida y… -Rogó ésta, titubeante.
María seguía tajante.
-No. Yo paso de meterme en líos. Necesito salir de aquí limpia para poder acceder fácilmente a la universidad.
-¡Por un aperitivo no te van a quitar la beca! –Gimió Isabel, con una chispa de esperanza en la mirada.
-¡Son monjas, Isabel! ¡Aquí por cualquier tontería te pueden tomar por pecadora de prioridad! –Le exclamó María.
La muchacha se quedó sin qué contradecirle. Llevaba la razón. Se le ocurrió otra cosa.
Se dirigió a Elena.
-Elige tú. Aburrimiento o diversión.
La aludida dudó unos instantes y después contestó:
-Quiero… ir a un sitio.
Las otras se extrañaron.
-¿Adónde? ¿No estarás hablando de salir del recinto, verdad? –María se asustó.
No podía ser, no era propio de ella incumplir alguna norma. No obstante, agachó la cabeza.
-¿¿Quieres salir??
-Quiero ir a un sitio, me gustaría visitarlo antes de marchar.
-¿Qué sitio? –Le interrogó Isabel, aún perpleja.
-¿Fuera de aquí? –Insistió la otra.
-No, tranquilas. Es aquí dentro, pero… -Se mordió el labio inferior, no sabía con qué palabras expresarse- Requiere riesgo.
-Dinos adónde quieres ir, primero. –Le indicó Isabel.
-A la Iglesia.
Sus amigas estaban contrariadas.
¿A la Iglesia? ¿A aquella que iban todos los santos días, obligadas?
-¿Qué? ¿A la Iglesia? ¿Qué… para qué? –María no ocultaba su perplejidad.
-Hay algo allí… Mi madre… esto… -Empezó a temblar de nerviosismo.
-Tranquila. ¿Tu madre, qué? –Le interrogó Isabel, miró alrededor y le preguntó:- ¿Quieres que hablemos en otro lugar?
Elena asintió, tragando saliva.
Las tres se levantaron del banco, Isabel cogió su libro y Elena metió su carta en el bolsillo de su chaqueta tras doblarla, y se encaminaron hacia el edificio del orfanato.
Mariposas de colores alegres revoloteaban por el jardín, mientras chicas y chicos corrían de un lado a otro, jugando a la pelota, saltando a la comba, cantando.
Allá, al frente de las tres jóvenes, se alzaba el edificio del orfanato, una gigante mansión de cuatro plantas y de color gris oscuro, con un título frontal que rezaba el nombre de la institución.
Por alrededor del edificio, en los jardines, había estatuillas de Jesús de pequeño en manos de su madre, María. Al igual que figuras de María Magdalena llorando en la tumba de Cristo.
Ya estaban en el dormitorio, allí nadie les podría oír –a excepción de que estuviesen con la oreja pegada a la puerta (cosa imposible en un orfanato de la Iglesia).
-Empieza. No tengas miedo. –Le pidió Isabel.
Elena titubeó unos instantes y después les explicó:
-Mi madre dejó algo oculto allí, en la iglesia. Algo que quería que supiera… Antes de irme de aquí.
-¿Cómo lo sabes? –Le preguntó María.
-Me lo dijo antes de morir.
-Pero eras muy pequeña… Hace ya nueve años, ¿no? Tenías… siete. Solamente siete. ¿Aún te acuerdas? Es decir, ¿estás segura? –Se apresuró a decir Isabel.
-Algo así nunca se olvida.
-Te comprendo. –Le aseguró Isabel, acordándose de las últimas palabras de su madre.
-Bueno, explícanos. ¿Qué te dijo exactamente? –Le interrogó María, ansiosa.
-Yo… Me dijo varias cosas, pero lo único que entendí fue lo de la iglesia. Dijo que no le contara a nadie de quién era hija y lo que me había dicho ella, que no hablara con ningún desconocido sobre esto. –Estaba temblorosa.
Isabel se llevó una decepción y le indicó:
-Sabes que puedes confiar en nosotras. Ya nos conoces, lo sabes todo. No te ocultamos nada…
-Es que… bueno… tal vez me toméis por loca, ¿no?
-Dínoslo. De loca nada. Venga. –Exclamó María.
-Lo que me dijo… fue: “Busca a la hija de la luz, estarás más segura con ella; juntas podéis ser muy fuertes. Ahora no te puedo decir lo que tienes que saber, pero lo descubrirás con la marcha… busca lo que te he dejado oculto en la iglesia de nuestro orfanato… Proteged a la hija de la luna, o se la llevarán. Ten cuidado con los oscuros… Lo siento, Elena.”
Isabel se quedó de piedra.
Última edición por Lux Cifer el Miér Jul 16, 2008 7:32 pm, editado 1 vez
Re: Borrador (Por ahora)
ESTA MUY XULO SIGUELO XFA
SIGUELO
SIGUELO SIGUELO
YA
YA YA
YA YA YA
YA YA YA YA
YA YA YA YA YA
YA YA YA YA YA YA
YAYAYAYAYAYAYAYA
YAYAYAYAYAYAYAYAYAYA
YAYAYAYAYAYAYAYAYAYAYAYA
YAYAYAYAYAYAYAAYAYAYAYAYAYAYAYAY
YAYAYAYAAYAYAYAYAAYAYYAYAYAYAYAYAYA
YAYAYAAYAYAYAYAYAYAYAYAYAYAYAYAYAYAYAYA
BUENO XAO CUIDATE Y SIGUELOO!!!
SIGUELO
SIGUELO SIGUELO
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YAYAYAAYAYAYAYAYAYAYAYAYAYAYAYAYAYAYAYA
BUENO XAO CUIDATE Y SIGUELOO!!!
nany_dark- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 16/07/2008
Hoja de personaje
Descripción:
Re: Borrador (Por ahora)
wenas jeje me ha enkantao y lo sabes pa mi esta historia es brutal y ke me enkantaria ke la siguieras escribiendo
porke me gusta muxo luxi y tu lo sabes to las noxes me leo un kapitulo y buas o los ke me mands y cada vez em asombro mas kuando te veo escribir me dan ganas de seguir leyendolo weno tia espero ke sigas haciendo mas jeej porke me enkantan
tu amiga:*angela*
besotes
porke me gusta muxo luxi y tu lo sabes to las noxes me leo un kapitulo y buas o los ke me mands y cada vez em asombro mas kuando te veo escribir me dan ganas de seguir leyendolo weno tia espero ke sigas haciendo mas jeej porke me enkantan
tu amiga:*angela*
besotes
*angi*- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 16/07/2008
Hoja de personaje
Descripción:
Re: Borrador (Por ahora)
oLaa!
beStiaaL noO?
cMoO pueDs teNeer taNta imagiNacion*
O.o
yO eN la viDaa teNdriia eSaa imaGinaciOn
mareemiiaa...sToO d Ls riTuaaLss...^^
..¬¬
xDD
wNOo siGueLoo eee
x cieRTo paSate x mi meTRo
k oii e actualiZaoo cntiGoo i no veO tu firma
:@
beStiaaL noO?
cMoO pueDs teNeer taNta imagiNacion*
O.o
yO eN la viDaa teNdriia eSaa imaGinaciOn
mareemiiaa...sToO d Ls riTuaaLss...^^
..¬¬
xDD
wNOo siGueLoo eee
x cieRTo paSate x mi meTRo
k oii e actualiZaoo cntiGoo i no veO tu firma
:@
*_aNgeLaa_*- Mensajes : 9
Fecha de inscripción : 16/07/2008
Re: Borrador (Por ahora)
Isabel se quedó de piedra.
La hija de la luz… era ella.
Su madre era conocida como Luz, y siempre le decían de broma todos los amigos de su madre “hija de la luz”, pero nunca le había dado importancia. ¿Los oscuros? ¿Tener cuidado con ellos? Era lo mismo que le había dicho su madre a ella.
Por otro lado, María también estaba hecha un lío.
Ella era la hija de la luna. Su madre tenía un tatuaje en el hombro de la luna, y todo el mundo le llamaba así: “Luna”, aunque su nombre en realidad era Iluminada.
-Elena… -Empezó Isabel- Yo… yo soy la hija de la luz. A mí mi madre también me dijo que tuviese cuidado con los oscuros…
-Escuchad. Mi madre era Luna, yo soy la hija. ¿De qué me tenéis que… proteger? ¿Qué me van a hacer? ¿Que me llevarán… adónde? Me van a matar, ¿verdad? –Empezó a lloriquear- Como a mis padres. Les incendiaron la casa para que muriesen, estaban metidos en algo, lo sé. Una especie de secta. ¿A que sí? Y ahora van a por mí…
-Tranquila. No te van a hacer nada. No aquí dentro del orfanato, aquí estarás segura… supongo. Mientras estemos las tres juntas, tú estarás a salvo… y nosotras también. Todos nuestros padres están muertos, está claro que estaban metidos en algo, sí. Y seguro que ahora nos estarán buscando a nosotras. Y los “oscuros” esos son los que van a atacarnos, ¿no? –Acabó deduciendo Isabel.
Las otras dos se encogieron de hombros.
Las tres temblaban de tensión.
La puerta se abrió de golpe y las tres pegaron un grito.
La hermana Estefanía se les quedó mirando, conmocionada. Después, dijo:
-Señoritas, no son horas de estar aquí encerradas con el día tan precioso que hoy nos ha dado el señor.
-Sí, hermana. –Contestaron las tres.
Con las cabezas agachadas, salieron por delante de la hermana Estefanía y rápidamente bajaron las escaleras hasta la planta baja, para luego dirigirse a la parte del jardín más alejada de la gente.
-No quiero seguir aquí dos años más. –Gruñó Isabel.
-Es mejor que estar muerta, créeme. –Gimoteó María.
-Ahora corre prisa una cosa: Ir a la iglesia sin que nadie se entere y buscar lo que allí ocultó mi madre. –Indicó Elena.
-Una pregunta. ¿Por qué dijo “nuestro orfanato”? –Le interrogó Isabel.
-Porque ella también vivió aquí antes de los dieciocho. –Respondió su amiga.
-Está bien. Escuchad, esta noche… iremos a la iglesia. Cerca de la madrugada, cuando no esté ni di… -miró alrededor, carraspeó y corrigió:- cuando no haya nadie levantado. ¿Os parece? –Organizó María.
Sus amigas asintieron.
Las tres permanecieron en silencio lo que les quedaba de tiempo libre aquella tarde, pensando, asimilando, mientras que los demás se lo pasaban bomba a su alrededor.
Llegó la hora de la cena.
Cuando se sentaron en el comedor a la mesa, acompañados de cientos de chicos, chicas, monjas y el cura, éste último decidió pronunciar un pequeño discurso.
Todo el mundo resopló ante la noticia y miraron con el ceño fruncido a Elena, que era la causante. El discurso se debía a su marcha, a que esa iba a ser su última cena en la Santa Magdalena, el lugar donde había estado casi toda su vida.
El padre Fernando se frotó las manos, carraspeó y empezó a hablar una vez que toda la sala se quedó en silencio:
-Como todos sabéis, una de nuestras niñas va a abandonarnos mañana por la mañana para irse con su nueva familia, unos padres muy bondadosos que han ayudado, en numerosas ocasiones, a que este orfanato siga en pie con generosas donaciones. Por tanto, debemos dedicarle esta cena, ya que será la última en la que ella esté aquí, con nosotros. –Se volvió a aclarar la garganta, hizo una reverencia, se sentó y el comedor se llenó de aplausos.
Isabel se volvió hacia Elena, que estaba roja como un tomate. Dudó un instante y después le preguntó:
-¿De qué murió tu madre?
La pregunta le llegó por sorpresa a Elena, pero no tardó en contestar.
-Enfermó.
-¿Gripe? ¿Qué fue?
-No lo sé…
-¿La envenenaron?
Elena la miró con ojos vidriosos y bajó la mirada.
-Probablemente. –Se limitó a contestar.
-¿Sabes de alguien que estuviera cerca de ella que pudiera haber sido el causante?
-Mi… no. Nada. O sea… nadie, creo.
Estaba nerviosa, e Isabel no lo pasó por alto.
-¿Tu qué? Dímelo. Ya. Tal vez nos pueda ayudar.
-Mi… es que… no. No… no sé. –Ante la mirada severa de su amiga contestó:- Mi padre.
Isabel quedó alucinada.
-¿Tu padre? ¿Por qué? ¿Se llevaban mal? ¿Qué ocurrió? ¿Por qué lo piensas?
-Es que… Nunca se habían llevado del todo bien, todo lo que recuerdo era que estaban separados, cada uno por su lado. Pero… unos días antes de que ella enfermara él vino a pasar el día con nosotras. Y no paraban de discutir… cosas raras, que sé que no entendí, pero ya no me acuerdo. Y cuando enfermó, él desapareció, pero el día del entierro de mi madre lo encontraron muerto en la habitación de ella… con un frasco de veneno a su lado, sobre la cama.
Isabel quedó muda.
María, que lo había escuchado todo, también.
Ninguna volvió a decir nada durante toda la cena.
Firmadmee
Besos!
La hija de la luz… era ella.
Su madre era conocida como Luz, y siempre le decían de broma todos los amigos de su madre “hija de la luz”, pero nunca le había dado importancia. ¿Los oscuros? ¿Tener cuidado con ellos? Era lo mismo que le había dicho su madre a ella.
Por otro lado, María también estaba hecha un lío.
Ella era la hija de la luna. Su madre tenía un tatuaje en el hombro de la luna, y todo el mundo le llamaba así: “Luna”, aunque su nombre en realidad era Iluminada.
-Elena… -Empezó Isabel- Yo… yo soy la hija de la luz. A mí mi madre también me dijo que tuviese cuidado con los oscuros…
-Escuchad. Mi madre era Luna, yo soy la hija. ¿De qué me tenéis que… proteger? ¿Qué me van a hacer? ¿Que me llevarán… adónde? Me van a matar, ¿verdad? –Empezó a lloriquear- Como a mis padres. Les incendiaron la casa para que muriesen, estaban metidos en algo, lo sé. Una especie de secta. ¿A que sí? Y ahora van a por mí…
-Tranquila. No te van a hacer nada. No aquí dentro del orfanato, aquí estarás segura… supongo. Mientras estemos las tres juntas, tú estarás a salvo… y nosotras también. Todos nuestros padres están muertos, está claro que estaban metidos en algo, sí. Y seguro que ahora nos estarán buscando a nosotras. Y los “oscuros” esos son los que van a atacarnos, ¿no? –Acabó deduciendo Isabel.
Las otras dos se encogieron de hombros.
Las tres temblaban de tensión.
La puerta se abrió de golpe y las tres pegaron un grito.
La hermana Estefanía se les quedó mirando, conmocionada. Después, dijo:
-Señoritas, no son horas de estar aquí encerradas con el día tan precioso que hoy nos ha dado el señor.
-Sí, hermana. –Contestaron las tres.
Con las cabezas agachadas, salieron por delante de la hermana Estefanía y rápidamente bajaron las escaleras hasta la planta baja, para luego dirigirse a la parte del jardín más alejada de la gente.
-No quiero seguir aquí dos años más. –Gruñó Isabel.
-Es mejor que estar muerta, créeme. –Gimoteó María.
-Ahora corre prisa una cosa: Ir a la iglesia sin que nadie se entere y buscar lo que allí ocultó mi madre. –Indicó Elena.
-Una pregunta. ¿Por qué dijo “nuestro orfanato”? –Le interrogó Isabel.
-Porque ella también vivió aquí antes de los dieciocho. –Respondió su amiga.
-Está bien. Escuchad, esta noche… iremos a la iglesia. Cerca de la madrugada, cuando no esté ni di… -miró alrededor, carraspeó y corrigió:- cuando no haya nadie levantado. ¿Os parece? –Organizó María.
Sus amigas asintieron.
Las tres permanecieron en silencio lo que les quedaba de tiempo libre aquella tarde, pensando, asimilando, mientras que los demás se lo pasaban bomba a su alrededor.
Llegó la hora de la cena.
Cuando se sentaron en el comedor a la mesa, acompañados de cientos de chicos, chicas, monjas y el cura, éste último decidió pronunciar un pequeño discurso.
Todo el mundo resopló ante la noticia y miraron con el ceño fruncido a Elena, que era la causante. El discurso se debía a su marcha, a que esa iba a ser su última cena en la Santa Magdalena, el lugar donde había estado casi toda su vida.
El padre Fernando se frotó las manos, carraspeó y empezó a hablar una vez que toda la sala se quedó en silencio:
-Como todos sabéis, una de nuestras niñas va a abandonarnos mañana por la mañana para irse con su nueva familia, unos padres muy bondadosos que han ayudado, en numerosas ocasiones, a que este orfanato siga en pie con generosas donaciones. Por tanto, debemos dedicarle esta cena, ya que será la última en la que ella esté aquí, con nosotros. –Se volvió a aclarar la garganta, hizo una reverencia, se sentó y el comedor se llenó de aplausos.
Isabel se volvió hacia Elena, que estaba roja como un tomate. Dudó un instante y después le preguntó:
-¿De qué murió tu madre?
La pregunta le llegó por sorpresa a Elena, pero no tardó en contestar.
-Enfermó.
-¿Gripe? ¿Qué fue?
-No lo sé…
-¿La envenenaron?
Elena la miró con ojos vidriosos y bajó la mirada.
-Probablemente. –Se limitó a contestar.
-¿Sabes de alguien que estuviera cerca de ella que pudiera haber sido el causante?
-Mi… no. Nada. O sea… nadie, creo.
Estaba nerviosa, e Isabel no lo pasó por alto.
-¿Tu qué? Dímelo. Ya. Tal vez nos pueda ayudar.
-Mi… es que… no. No… no sé. –Ante la mirada severa de su amiga contestó:- Mi padre.
Isabel quedó alucinada.
-¿Tu padre? ¿Por qué? ¿Se llevaban mal? ¿Qué ocurrió? ¿Por qué lo piensas?
-Es que… Nunca se habían llevado del todo bien, todo lo que recuerdo era que estaban separados, cada uno por su lado. Pero… unos días antes de que ella enfermara él vino a pasar el día con nosotras. Y no paraban de discutir… cosas raras, que sé que no entendí, pero ya no me acuerdo. Y cuando enfermó, él desapareció, pero el día del entierro de mi madre lo encontraron muerto en la habitación de ella… con un frasco de veneno a su lado, sobre la cama.
Isabel quedó muda.
María, que lo había escuchado todo, también.
Ninguna volvió a decir nada durante toda la cena.
Firmadmee
Besos!
Re: Borrador (Por ahora)
la verdad es k esta muy bn
sin que tienes imaginacion chica...
xD
bueno un saludo
y siguelo e !
que esta muy bien!
sin que tienes imaginacion chica...
xD
bueno un saludo
y siguelo e !
que esta muy bien!
nany_dark- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 16/07/2008
Hoja de personaje
Descripción:
Re: Borrador (Por ahora)
oLaaa!
..sinCeramente..¬¬..xD
!¡
wooww
fuee envenenadaaa!! O.o
x su...
su...
paDree..
xDD
wwenoO niñaa
Q ya scribire yO aLgooO!!
xDD
aunQ nuSee Q
xDD
xrOO
wenoO
wenOo dw[b][i]
..sinCeramente..¬¬..xD
!¡
wooww
fuee envenenadaaa!! O.o
x su...
su...
paDree..
xDD
wwenoO niñaa
Q ya scribire yO aLgooO!!
xDD
aunQ nuSee Q
xDD
xrOO
wenoO
wenOo dw[b][i]
*_aNgeLaa_*- Mensajes : 9
Fecha de inscripción : 16/07/2008
Re: Borrador (Por ahora)
jujujujuju
xD
asias*
dónde se ha metido mi queridísima angy??
xD
y mi queridisísima alba??
xD
han muerto.. u.u
jaja
se me va la olla xD
ahora subo =)
xD
asias*
dónde se ha metido mi queridísima angy??
xD
y mi queridisísima alba??
xD
han muerto.. u.u
jaja
se me va la olla xD
ahora subo =)
Re: Borrador (Por ahora)
2
El reloj dio las nueve de la noche, y todos se fueron al exterior del edificio para cruzar el frondoso jardín hasta la iglesia.
Nada más entrar al edificio, de unos cincuenta metros cuadrado, observaron con ansia todos los rincones y objetos en los que podía haber dejado la madre de Elena alguna señal, pero no pudieron ver nada con toda la gente que había, tapando todos los rincones.
El cura empezó a dar misa, a pesar de que ninguno le prestaba mucho caso.
El pensamiento de las tres chicas estaba en la Iglesia, pero no en ese momento. Habían vuelto atrás veinte años.
Contrariadas, miraron alrededor.
-¿Adónde demonios ha ido todo el mundo? –Exclamó María, asustada.
Las chicas se dieron cuenta de que estaban inmóviles, no podían mover un solo músculo.
De repente, la puerta de la iglesia se abrió y entraron tres jóvenes, de la edad de ellas tal vez.
Una de ellas, pelirroja, portaba en sus pálidas manos un sobre. Las otras dos simplemente inspeccionaban la zona con la mirada, con la vista aguzada y los oídos al tanto de cualquier sonido.
Isabel reconoció a su madre, una joven de un cabello muy similar al suyo, con sus mismos ojos.
Elena, temblorosa, vio a su madre también. Su pelo era liso y los ojos azules eran iguales a los de ella. Justo en ese momento tenían la misma edad.
María, estupefacta, derramó una lágrima al contemplar el nerviosismo de su madre, junto a sus temblores, al dejar el sobre en el suelo, pegado a la pared.
Las tres quisieron gritarles a sus madres, pero no consiguieron articular palabra alguna.
La madre de María se sacó una navaja del bolsillo de su chaqueta y se agachó. Empezó a rasgar hasta rajar un estrecho orificio plano de la pared, pegado al suelo. Entonces, cogió el sobre, lo dobló rápidamente y lo introdujo con sumo cuidado en el agujero. Después recogió los restos de la pintura de la pared que había levantado y los colocó cuidadosamente por encima del agujero. Se volvió hacia sus amigas y la madre de Elena le pasó un bote, de pegamento, tal vez. La madre de María se colocó un guante de plástico fino en la mano derecha e introdujo un dedo en el bote, sacando un líquido espeso y transparente. Inmediatamente, lo frotó con cuidado por la pintura tiesa y reseca que había vuelto a colocar. Cuando se quedó completamente inadvertido el agujero que antes había hecho, se quitó el guante, cerró el bote y lo guardaron en una mochila que la madre de Isabel llevaba en la espalda.
Las tres jóvenes del pasado se dirigieron miradas de cómplices, temerosas a la vez; miraron alrededor un instante y salieron de la iglesia.
Volvieron al presente.
El cura seguía con su sermón y los alumnos seguían con la cara de aburrimiento. Las monjas continuaban con los brazos cruzados, mirando con ojos brillantes al cura, viendo solamente lo que éste dictaba.
Nadie se había dado cuenta de nada. Absolutamente.
Las tres se dirigieron miradas mezcladas por la nostalgia, el miedo y el desconcierto.
El resto de la misa se les hizo eterno, realmente insoportable.
El cura, que era director a la vez, les indicó, cuando la misa hubo finalizado, que se dirigieran a sus dormitorios, como todas las noches.
Isabel, Elena y María, una vez en la habitación, empezaron a planear.
Al final, quedaron en que recién entrada la madrugada –sobre la una-, cuando todos estén durmiendo, se deslizarían fuera del edificio hasta la iglesia, que nunca la cierran de noche. Porque ¿quién querría ir a la Iglesia si no es para rezar… o algo por el estilo?
Se prepararon cada una con su linterna –las cuales usaban una vez al año, en el paseo nocturno que hacen para mirar las estrellas todos los alumnos el último día de curso-, y esperaron con la desesperación por las nubes hasta la una menos cuarto.
-¿No necesitaríamos algo para… rasgar la pared? Me refiero para sacar el sobre. –Dijo María.
-¿De dónde lo vamos a sacar? Una navaja aquí lo veo difícil. Bueno, tal vez el cura guarde alguna… -Titubeó Elena.
-Podemos coger un cuchillo de la cocina. –Inquirió Isabel, provocando una sonrisa en las demás.
-Estupendo. Como nos descubran os mato. –Bromeó María.
Las tres se dirigieron miradas de asentimiento y salieron de la habitación sigilosamente, en la oscuridad. Las linternas pensaron dejarlas para el exterior.
Bajaron a la planta baja con sumo silencio y se adentraron rápidamente en la cocina.
-¿Y dónde guardan los cubiertos? –Preguntó Elena en susurros, observando la sala.
-¿Crees que lo vamos a saber nosotras mejor que tú? –Se burló María, refiriéndose a que ella llevaba muchos años más allí.
-Bueno, está prohibido entrar en la cocina. –Suavizó Isabel, viendo la tensión en las dos- No tiene por qué saberlo alguien que lleve más tiempo. Siempre es alguien desobediente quien lo sabe, ¿no?
Las demás pusieron caras de aburridas.
-Mirad, allí hay cuchillos, secándose al lado de la fregadera. –Dijo Isabel, señalando con un dedo índice el sitio, desanimada.
Las tres se dirigieron hacia el sitio y cogieron un cuchillo cada una, explicando que si ocurriera algo lo necesitarían.
-¿Es que vamos a matar a alguien o qué? ¡Dios! –Gruñó María, observando sus aspectos.
El uniforme de falda, blusa y chaqueta de color verde oscuro –a cuadros-, con sus rostros pálidos dando a notar tensión y con un cuchillo en las manos… no era un aspecto muy “agradable”.
Una vez con la “protección”, salieron fuera de la cocina y se dirigieron a las puertas de salida.
El aspecto de alrededor era realmente aterrador, la larga escalera ondulada adquiría un aspecto oscuro y viejo, como si te mirase con frustración. Las sombras en las paredes a sus alrededores parecían moverse… y se empezaron a sentir observadas.
Las puertas estaban cerradas con llave, pero la cogieron del cajón donde una de las monjas siempre las guarda, justo al lado de la puerta en un armario pequeño de madera de color oscuro.
Cerraron la puerta sigilosamente tras ellas y corrieron en dirección a la iglesia.
Unas lejanas sombras se empezaron a mover… detrás de ellas.
Una vez dentro de la iglesia, miraron alrededor, para asegurarse de que no había nadie más.
Corrieron hasta el lugar aproximado donde estaría el sobre y estuvieron palpando la pared un largo rato.
-¡Aquí! –Exclamó María, al fin.
Las tres se tiraron al suelo, toqueteando el sitio exacto.
Elena sacó su cuchillo y empezó a rasgar, pero entonces…
…un ruido muy sonoro les anunció, para su pesar, que la puerta se acaba de abrir con brusquedad.
Las tres se volvieron, jadeando, asustadas.
Una figura masculina y de negro, con la cara tapada por una máscara negra, dirigió su cabeza hacia ellas.
Las tres se quedaron de piedra.
El “hombre” avanzó unos pasos hacia ellas, lentamente.
-Ya sabía que erais vosotras… pero claro, ellos querían asegurarse para no cometer ningún error. Qué estupidez. Si sois idénticas a vuestras madres… -Su voz era grave.
Isabel agarró el brazo de Elena con fuerza y, temblando, le susurró –sin que el hombre se percatase, ya que miraba hacia el techo, recordando cosas mientras hablaba- que siguiera excavando, que tal vez les serviría de algo…
Isabel recordó las palabras de su madre “Ten cuidado con los oscuros”. Estaba segura de que se refería a ese hombre y toda su gente. Iba de negro incluso la cara, ¡dios! Tenía que ser él… uno de esos, un “oscuro”.
Isabel notó cómo, temblorosa, Elena iba excavando en la pared, pero con la mirada fija en el hombre.
-En fin, os ha llegado la hora. Y me alegro de que haya sido así. Que no hayáis descubierto nada de lo que sois.
María no pudo resistirse, necesitaba hablar antes de morir.
-¿Qué somos?
El hombre rió.
-¿Qué sois? Pues… bah, ahora no importa. Pero si ese es tu último deseo… Sois brujas, jovenzuelas.
María dio una sacudida de temblor al oír la palabra.
Recordó en ese instante cuando, una vez que iba con su madre por la calle…
Iban caminando al lado del mercado, y un vagabundo viejo y ciego, arrodillado en el suelo, pedía a gritos alguna limosna.
Entonces, cuando pasaron justo por su lado María y su madre, el viejo alzó la cabeza y empezó a olisquear, temblando.
-¡¡BRUJA!! ¡¡HAY UNA BRUJA ENTRE NOSOTROS!! ¡¡FUERA, INMUNDICIA!! ¡¡FUERA!!
María se volvió hacia su madre y, con cara de no entender nada, le preguntó:
-¿Qué le pasa a ese hombre?
-Un pobre viejo. No le hagas caso.
La madre de María se volvió y fulminó con la mirada al hombre un breve segundo.
Éste, se levantó rápidamente y se dirigió hacia la pared del mercado. Se empezó a golpear la cabeza.
-¡¡Mamá!! ¿Qué demonios hace? –Gritó, asustada y contrariada, María.
-Seguramente se ha arrepentido. –Se volvió de nuevo hacia él y éste dejó de propinarse golpes.
El viejo cayó al suelo, dolorido. Abrió los ojos y empezó a gritar.
-¡¡Veo!! ¡¡Puedo ver!!
Se volvió hacia la madre de María, corrió tras ella y, una vez que la hubo alcanzado, se agachó a sus pies y empezó a darle las gracias.
-¿Qué hace, viejo? –Le preguntó la madre.
-Gracias, gr… -El viejo se paró en seco en cuanto ella le hubo hablado- Le debo la vista. Usted…
-Yo no he hecho nada. No soy una bruja. ¿Quién demonios se cree usted que es? No nos tome el pelo de esa forma. –Su voz sonaba dura.
El viejo se levantó, contrariado, pero a la vez agradecido.
Hizo una reverencia muy pronunciada y fue retrocediendo hasta su lugar, donde había dejado el dinero que había ganado en un maletín. Lo cogió y se fue en dirección contraria dando saltos de alegría.
María seguía temblando.
-No. No somos brujas.
-¿Que no? Te equivocas. Lo sois. Y muy poderosas, además.
-Demuéstranoslo. –Le retó María.
-¿Qué te has creído, mocosa? No caeré. Os ha llegado la hora y punto.
Se pasó su mano enguantada por detrás de él, entre la espalda y la capa. Tras coger algo, la fue bajando lentamente… blandiendo su arma color gris.
Un puñal.
Perfecto.
“Pedazo maníaco asesino que nos acababa de encontrar.” Pensó Isabel, con los músculos contraídos y la boca seca.
Elena alcanzó el sobre. Lo sacó sin hacer ruido.
María se percató, y decidió distraer al oscuro.
-Escucha… -No sabía qué decirle- Vamos a morir. Vale. Pero… ¿no sería mejor que supiésemos la razón?
El hombre se inmovilizó unos instantes. Estaba pensando.
Elena abrió el sobre y vio las letras onduladas y elegantes.
El oscuro se percató entonces de lo que tenía entre las manos. No lo pasó por alto.
-¡Tú! ¿Qué llevas?
Elena se quedó tiesa.
-Tranquila. Espera. –Le susurró Isabel.
-Vamos a morir, ¿qué te importa lo que llevemos encima? –Le exclamó María, muerta de miedo, pero con su valor habitual- O a caso… ¿es que nos temes?
A la chica le asomaron unas chispas de color fuego a los ojos.
La cabeza del oscuro se volvió hacia ella, con brusquedad.
-¡Vamos, vamos! No somos ciegas. Nos temes. ¿Te crees que no lo sabíamos? Desde un principio. –Le exclamó Isabel.
-¿El qué? –Titubeó el oscuro.
-Que somos brujas. ¿Cómo no vamos a saber algo así? ¡Venga ya! –Continuó María, llena de nueva energía.
Estaban mintiendo… Pero dio resultado.
El oscuro titubeó y retrocedió dos pasos.
-¡Ja, ja! Nos teme. Anda… Pero quédate un rato, una tortura corta. ¡Cortita, te lo prometo! Te mataremos enseguida. –Isabel se puso en pie mientras le exclamaba todo aquello con una sonrisa pícara en el rostro.
Se estaban armando de valor.
-No os creo. No puede ser. –Un poco de furia volvió a la voz del oscuro.
-¿¿No me digas?? ¿Quieres que probemos? ¿Contigo? ¡¡Ningún problema!! ¿Vale? –María también se alzó, junto a Isabel.
Entonces el oscuro retrocedió un paso.
-Juntas somos más fuertes. –Dijo Isabel, tomando la mano de María, y llamando a Elena para que se uniera a ellas.
Esta última cogió su mano, mientras que en la otra sujetaba la carta, ya abierta.
-No puede ser. –Susurró el oscuro con un hilo de voz.
-¿Por qué no? –Inquirió Elena, cogiendo confianza.
No respondió nada.
Las tres chicas empezaron a inquietarse al comprobar el silencio y la nueva calma del oscuro.
-¿Creéis que es posible mentirme? –Soltó una carcajada, echando la barbilla hacia atrás.
Después volvió a su postura y las observó con mirada asesina.
-Demostradme la magia que tenéis. –Exclamó, lanzándose contra María y clavándole los dedos en la garganta.
La chica soltó un grito ahogado y con todas sus fuerzas intentó zafarse del agresor.
-¡¡Para!! –Gritó Isabel, lanzándose contra el oscuro.
Éste, ante su contacto, soltó un grito agudo, se alejó unos pasos de las chicas y se frotó el sitio donde le había tocado. De su chaqueta salía humo.
Isabel se miró las manos. Completamente normales.
¿En realidad eran unas… brujas?
“Venga ya. A este paso voy a acabar creyendo en los cerdos voladores” Se reprendió Isabel a sí misma.
“Pero… ¿y si lo somos? ¿Con el odio que pasaba por mi mente he sido capaz de quemarle? ¡Increíble!” Siguió pensando.
María se frotó la garganta y se aferró al brazo de Isabel con los dedos rojos.
-Vayámonos. Corramos. –Le susurró.
-No. –La voz de su amiga sonó firme.
-¿Qué? ¡Estarás de coña! –A María se le humedecieron los ojos.
-No. Escúchame bien –Le susurró, a la misma vez que Elena juntaba su cabeza con la de sus amigas-: Le he quemado. Podemos contra él. Y así le podemos sacar información. No podemos estar siempre huyendo y… al final, acabaremos muertas como…
-¿Y ahora…?
-Ahora no nos va a pasar nada, tranquila. Ya verás. –La firmeza de su voz hacía confiar a sus amigas- Mantened vuestras mentes llenas de odio hacia él. Intentad quemarle… y tocadle. Ya veremos los resultados, ¿de acuerdo? –Su voz susurrante casi era inaudible.
El oscuro se quitó la chaqueta violentamente –mostrando una blusa de mangas cortas de color negro, contrastando con su piel blanca como la nieve- y se empezó a rascar la quemadura, que se iba extendiendo por todo su brazo.
-Dios mío –Susurró Isabel, estupefacta.
El color rojo de la herida se empezó a volver negro… y fue subiendo por su brazo.
Entonces, el ser se… mordió. A sí mismo.
Arrancó de cuajo la piel ennegrecida y absorbió parte de su sangre “contaminada” y la escupió en dirección a las chicas.
-Hostia. –María quedó boquiabierta, asustada.
Re: Borrador (Por ahora)
lo más probable que esta parte del 2º capítulo os guste más que los demás trozos... xD no sé... xD firmaD* y comentaD* xD*
Re: Borrador (Por ahora)
weeejeee!! =D no he podio leer to el cuento pro otro dia lo leo! se me esta petando el ordenado y nuse xke! weno..ke mu xulo tu foro jaja
ave si pones mas cosikas juju alaaa xauu tQ'eroOo!
ave si pones mas cosikas juju alaaa xauu tQ'eroOo!
Pukii- Mensajes : 1
Fecha de inscripción : 18/07/2008
Re: Borrador (Por ahora)
wenas kari jeje weno tia ke mierda no ha firmao ni dios joo weno eso es ke no le gusta.
no voy a subir mas jeje
si kieres te lo pasare a ti y xa ok?
weno tia sigue tu historia porke es brutal jeje oks? weno na ke
te kiero muxooooooooooooooo☺☺
y eso ke pa mi eres la mejor¡¡¡¡♥♥♥♥§♥♥♥
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si kieres te lo pasare a ti y xa ok?
weno tia sigue tu historia porke es brutal jeje oks? weno na ke
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*angi*- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 16/07/2008
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Re: Borrador (Por ahora)
wenas jaja soy io otra vez jaja
weno pos eso ke aver kuando sigues jeje ke me enkanta
tkm
tkm
tkm
tkm
tkm
tkm
tkm
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weno pos eso ke aver kuando sigues jeje ke me enkanta
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